miércoles, 23 de abril de 2008

Cansancio

Estoy cansado. El frio contrae mis músculos, haciendome sentir un millón de agujas clavarse en mi piel en cada movimiento. Contraigo el rostro por el dolor, pero sigo adelante.
Estoy cansado. Miro al horizonte y no veo nada. Remo. Y en cada brazada pierdo un poco de fuerzas, y con cada brazada emito un leve quejido. Estoy tan cansado... Mis brazos se niegan a continuar. Mi alma me incita a continuar. Mi mente me impide parar... será el instinto de supervivencia.
Alzo el rostro y sólo veo la linea del horizonte. Nada mas. La desesperación comienza a ganar la batalla. Una voz, una terrible voz resuena en mi cabeza: "Déjalo, párate y descansa, lo necesitas"... Pero mis músculos, no se si por el cansancio o por tozudez, se niegan a parar. O simplemente porque la inercia les impide hacer otra cosa. El silencio se adueña de mi, me rodea. Dejo de escuchar el sonido del mar bravo, de las gaviotas... los brazos flaquean, el pecho se hincha y los pulmones se abren todo lo que pueden. Y no entra aire. Ni agua salada.
Estoy cansado, y la amargura de la derrota se dibuja en mi cara. No puedo mas, no puedo mas. Las agujas atraviesan mil veces mis músculos, sin remedio, sin solucion. Mi mente, mas fuerte que yo, se rinde, claudica y dice ¡Basta!. Pero mi cuerpo, tozudo, burro, obsesionado, dice que no, que no se para. Si el cerebro quiere parar, que se aparte, porque el cuerpo no abandona. Nos va en ello la vida. El orgullo.
Estoy cansado, y esa pared de 3 metros que se acerca a 27 km/h hacia mi no es una visión agradable. Mi cerebro emite la señal de alarma: ¡¡Estamos en peligro!!. El cuerpo, preparado y curtido en mil experiencias similares responde, tal y como le he enseñado todos estos años: "No hay problema, aprieta los dientes y rema mas fuerte. Rema... rema... ¡¡rema!!". Los brazos cansados hacen caso, y el cerebro que queja del dolor que percibe en los miembros... pero le ordena a los pulmones que aspiren con ganas... y los pulmones, encharcados de agua, salitre, sangre... se hinchan. Respiro. Respiro hondo, mientras mis brazos no dejan de remar.
Se hace la luz, justo a 7 metros de esa enorme pared de 3 metros de altura, esa mole de agua que viene dispuesta a tragarme. El cerebro, en un último intento, poniendo toda la carne en el asador, decide dar una última orden. No se si saldrá bien, o mal, pero es nuestra única esperanza... nuestra última esperanza: "Las piernas, que se muevan como alma que lleva el diablo, a ritmo con los brazos". Las piernas, inertes por el frío, la posicion y el cansancio, hacen un amago de arranque... no lo consiguen. El cerebro se desmorona, pero los brazos no paran de remar, remar, remar... Los dientes prietos, los brazos tensos, el cuello de una pieza, los pulmones abiertos. Esa precisa maquinaria funciona a duras penas, pero funciona. De repente, las piernas... sí, comienzan a moverse, a patalear. Y la velocidad que llevo contra la pared que me va a sepultar en toneladas de agua se incrementa ligeramente. Un poco mas, solo un poco...
Ahora el cerebro es quien alienta al cuerpo entero. Hace tiempo que los brazos no se quejan, los pulmones no se cierran, el cuello no se relaja... Y la velocidad aumenta.Llego justo a tiempo, los brazos se paran, las piernas se detienen, los pulmones se cierran. Se acabó. Es el fin. Tanta lucha para esto, tanto sufrimiento...
Los brazos se tensan, agarran la tabla y la hunden. Los pulmones se niegan a abrirse. Las piernas empujan hacia abajo. El cerebro manda cerrar la boca, haciendo desaparecer la mueca de dolor... Me sumerjo en las frias aguas, pensando que jamás volveré a salir de ellas. Dandolo todo por perdido... Y se hace la luz.
Enhorabuena, de nuevo has remontado el pico.

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