jueves, 6 de mayo de 2010

No puedo seguirte

Me llamas llorando. No lo soportas mas. Quedo confuso con una palabra en los labios, que no me da tiempo a exhalar, pues has colgado el telefono sin que me diera tiempo.

Corriendo voy, con un nudo en la garganta, el corazon a mil pulsaciones por minuto, los pulmones ardiendo, calambres en las piernas. Y llego a casa...

Te veo con los ojos arrasados por las lágrimas. La maleta encima de la cama, deshecha de la ultima noche... y ni siquiera me tocastes. Me miras, lloras, gimes, te lamentas en un tono que no me deja entender qué es lo que dices... Se hace el silencio. Me miras, respiras profundamente, y me dices que te vas. Quieres irte a la montaña, no soportas mas vivir cerca del mar.

Recoges la maleta, la cierras mal, y yo llevo cuatro minutos en casa, y aun no he hablado. Te diriges a la puerta, me tiembla la garganta, flaquean las piernas. Me duele el pecho, y no es un infarto... es algo mas grave: se rompe mi corazón. Antes de cerrarla, miras por encima de tu hombro, como siempre lo haces cuando quieres dejar claro que eres mejor que yo, que siempre lo has sido.

Bajas las escaleras, vestida de princesa. Y a mi me da vueltas la cabeza. Siete minutos, y aún no he hablado. Nuestro chico, ese westy travieso, sinvergüenza y testarudo se acerca, presintiendo qué es lo que me pasa, pero ignorando lo que ha pasado... igual que yo. Me empuja la pierna izquierda con el hocico, y es el resorte que me hace falta para salir corriendo escaleras abajo.

Tropiezo en el tercer rellano, y a punto estoy de caerme por las escaleras. No me importa. Recupero el equilibrio y sigo corriendo. Salgo a la calle y veo cómo te montas en un coche que no es el nuestro. Corro inutilmente tras el coche, y cuando casi lo he alcanzado, veo que al doblar la esquina, giras la cabeza desde el asiento trasero y me miras. Ya no lloras.
Acelera, y por mas que intento alcanzarte, te alejas cada vez mas rapido. Nueve minutos. Aun no he hablado.

Corriendo vuelvo a casa, y busco desesperadamente las llaves del coche. Presiento adonde vas. Encuentro las llaves en un pantalon que lleve puesto anoche, cuando salimos a cenar juntos. Yo en vaqueros, tu, vestida de princesa.

Vuelvo a correr escaleras abajo, mas rapido que el ascensor, y dudo si he cerrado o no la puerta. ¡Qué mas da!. Arranco el coche y salgo lo más rápido que puedo hacia la estación de tren. Llego a tiempo, y veo el coche que te ha traido alejarse. Ni se me pasa por la cabeza quien es.

Solo se que te quieres ir. Y yo ya no puedo mas. Dejo el coche encendido, con las llaves puestas, en la entrada a la estacion de tren. Corriendo, sin saber qué voy a decir, ni siquiera si quieres oirme, te busco entre la multitud. Tropiezo con dos jovenes que se van de vacaciones, envidia sana me corroe: se les ve felices...
Esquivo a un chico con un coche teledirigido. Salto por encima de una montaña de maletas: bolsas de deporte, troleys de colores chillones, mochilas de espalda...

Me falta el aliento, pero al final, te encuentro. Estás dándole al revisor tu billete, con ese vestido de princesa. Te atusas el pelo, como siempre haces cuando estás autoconvenciéndote de que haces lo correcto. Miras a tu derecha, y me ves, jadeante, desubicado, nervioso, ahogado.

Me acerco, y no me dices nada. Ya no lloras. Ni me sonries. Me acerco a ti, sin saber qué voy a decir, qué puedo decir para arreglarlo todo, como siempre he hecho. No sé que concesión he de hacer para que te quedes. Me duele el alma, y ese dolor es más intenso que el de piernas cuando hago ciclismo, o el de brazos cuando remonto el pico en un dia de temporal... Y este dolor no se termina. Dieciseis minutos. Y aún no he dicho nada.

Te miro, me miras, y ves en mi rostro reflejado el dolor. Sonries un poco. No se si es una sonrisa melancólica o tímida. No se si es de amor la mirada, o de odio. Diecisiete minutos.

Voy a abrir la boca, para dejar escapar de mis labios lo que al fin sale de mi alma rota, dolida, destrozada. Me pones la mano en la nuca, te acercas a mis labios, y acercas con esa mano mi cabeza hacia ti. La gente nos ha de estar mirando, pues voy vestido con un chandal, sudado, tanto por el ejercicio que has interrumpido, como por la carrera frenética que hace diecisiete minutos y veintidós segundos he iniciado, y tu con ese vestido de princesa. Y aquí, a las ocho y treinta y cuatro de la mañana, de un dia cualquiera, en una estación de tren que huele a gasóleo quemado, a hierro muy usado, y a mil personas adormecidas que saben adónde van, al fin me besas.

Es un beso corto, intenso, sentido. Y noto el sabor de victoria en mis labios... reflejado en tu rostro. Dieciocho minutos para hablar... y sorprendentemente, salen de mis labios éstas palabras: "Adiós. Yo ya no puedo seguirte." El sabor de victoria no era mio. Y ahora, tampoco es tuyo.

El dolor me atormenta el alma, pero sé que con el tiempo curará. Durante seis meses dolerá como si muriese con cada suspiro. Dentro de ocho meses, dejará de doler para solo molestar de dia, y atormentar de noche. Nuestro perro te echará de menos. Lloraré algun dia, al ver de nuevo una foto, o algo que me recuerde irremediablemente a ti. Lloraré porque fuiste todo lo que quise en esta vida. Y tu me olvidarás.

Yo, al volver a la playa que tanto aborreces, sonreiré melancolicamente, pues miraré la orilla del mar, y recordaré cuando nos tumbamos a la luz de las estrellas, haciendo planes. Y mis amigos me mirarán. Algunos dirán: "Es pronto para superarlo, pero lo conseguirá.."; y otros me dirán sin palabras, pues los amigos de verdad no las necesitan: "Cuenta conmigo".

Recordaré un dia de esto, nuestros pies andando por la orilla de ese mar que tanto aborreces. Y sin dudar, te he seguido hasta el tren, tan solo para decirte "adiós". Serás feliz, lo sé. Y encontrarás a tu principe, vestido de manera distinta a la mia. Que te lleve a pasear, vestida de princesa. Y yo, algún día, volveré a ser feliz.

Pero hoy me quiero morir. Porque te he visto montarte en un coche vestida de princesa, y ahora te dejo, y sé que estás a mis espaldas, esperando que te diga algo antes de que el tren inicie su camino. Pero no sabes que en mi corazón ya has partido.

Buen viaje. Te deseo lo mejor.

1 comentario:

Fits dijo...

Brutal.

A veces la ficcion roza la realidad y se entremezcla con ella. Y como no se cual de las dos es, os deseo lo mejor.